¿Qué curamos con la homeopatía?

Los médicos homeópatas tenemos un concepto vitalista y holístico de la salud y de la enfermedad, observamos a las personas que nos consultan con una visión global, completa de una totalidad dada por la mente y el organismo, ambos sustentados por el principio vital. 

Este principio vital es una energía ya que está más allá de la materia física, y cuando está libre y en orden nos brinda una potencia equilibrante en esa totalidad, transmiendo un ordenamiento superior tanto a la mente como al cuerpo.

A lo largo de la historia encontramos a Hipócrates desde su escuela médica en la isla de Cos en la Grecia antigua y luego a Paracelso, mencionando estos conceptos y llegando al descubridor de la Homeopatía, el Dr. Samuel Hahnemann ya en el siglo XVIII y XIX. En consecuencia la Homeopatía bucea en la profundidad de la enfermedad, que en definitiva radica en el desequilibrio del principio vital y éste al tener un desorden genera que la mente, los órganos y en consecuencia los sistemas, enfermen. En su época Samuel Hahnemann observó que había determinados desequilibrios que se debían a muy específicas enfermedades de tipo dinámico (o sea que sobre un base dinámica y energética luego se apreciaban los cambios en el campo físico y material) y realizó una clasificación de estas entre crónicas y agudas.

Estas enfermedades se podían tener desde el nacimiento (se heredaban) o se podían adquirir a lo largo de la vida. Siguiendo la terminología de la época los denominó miasmas.

Me agrada explicar a mis pacientes esto de la siguiente manera, el principio vital es como el disco rígido (Hardware) de la computadora, y sobre él se pueden instalar los diferentes programas de enfermedad dinámica, tanto desde la herencia como a través de la adquisición en nuestra vida (software). Pero estos programas patológicos afectan el correcto funcionamiento del disco rígido y como consecuencia nuestra totalidad mente y cuerpo, la computadora completa funciona mal, se enferma.

Es aquí donde nos hallamos ante otra realidad que es de suma importancia, ¿cómo eliminamos estos programas de enfermedad? Lo hacemos utilizando medicamentos que se encuentran en el mismo plano dinámico y energético que el principio vital. Al ser medicamentos que escapan a la materia no tienen efectos adversos, debido a esto se utilizan desde recién nacidos o embarazadas o pacientes con graves fallas en su hígado o riñones, sin ninguna complicación o restricción. Estos medicamentos al prescribirlos en las personas tienen una acción (llamada primaria) cuyo objetivo es impactar el principio vital y estimular una reacción curativa del mismo (llamada secundaria).

De ahí lo maravilloso que es nuestro arte ya que lo que observamos luego de suministrar el medicamento homeopático correcto que se denomina simillimum, es clara consecuencia de su acción primaria, la que como respuesta va a desencadenar la reacción secundaria curativa del principio vital catapultándonos hacia la salud y entonces la armonía regresa a nuestro organismo (mente y cuerpo). Se denomina simillimum a ese medicamento debido a que otro pilar de la Homeopatía es la ley de la semejanza, dónde utilizamos para curar un medicamento que se parece en grado máximo a la enfermedad que nos demanda atención.

El gran Samuel Hahnemann ya dejó escrito en 1810, que una vez que estemos curados en profundidad nuestro espíritu podrá estar libre para alcanzar los altos fines de la existencia, lo que implicaba un gran salto de calidad para la concepción de la salud verdadera para aquel entonces y aún más para la actualidad, nos habla de la importancia de la trascendencia de nuestras vidas. Ahora bien, otro gran homeópata contemporáneo fue el Dr. Tomás Paschero, y continuando a Samuel Hahnemann nos solicita a los médicos homeópatas que pugnemos para que nuestros pacientes logren el conocimiento profundo de sí mismos, que tengan una actitud de vida para realizar el bien, evolucionar desde el egoísmo al altruismo, dónde el amor al prójimo le haga sentir la plenitud de la vida. Por eso el Dr. Ernesto Giampietro, nos aclara que ante nosotros como médicos en general quien nos consulta es una persona enferma, su mente, cuerpo y espíritu se hallan prisioneros del miasma crónico, y por ende no puede razonar y evolucionar como debe, pues esta enfermedad dinámica le impide entender, le quita memoria, le afecta el ánimo y el humor, la capacidad de amar, no deja que le lleguen consejos, y enferma su cuerpo. Ya que el miasma, ese programa de enfermedad, pervierte, obnubila, o llena de inseguridades y miedos, afecta las funciones orgánicas y termina enfermando los órganos y luego los sistemas.

Otro concepto vital para la Homeopatía es que hay descripta una ley de curación, esto implica que no puedo ni debo curarme de cualquier manera. En esta ley de orden debo curar desde el plano energético luego el mental y finalizar en el campo orgánico. Por ende eso es lo que debe sentir la persona tratada exitosamente con Homeopatía. En definitiva la enfermedad para el médico homeópata no es el trastorno de ansiedad, la depresión, la úlcera de estómago, el asma, la alergia, etc… sino que estos cuadros son la consecuencia de una enfermedad dinámica mucho más profunda y por eso el tratamiento homeopático se dirige a esta gran profundidad y desde allí se esfuerza en realmente curar al sufriente. 

Y cada paciente es único e irrepetible de ahí que curamos a la persona enferma que padece determinada enfermedad, pero el tratamiento se dirige a ese ser único y especial.

Del mismo modo como conocemos que esto se puede traer desde el nacimiento es que la Homeopatía es excelente para realizar un tratamiento preventivo cuando estamos aparentemente sanos, y para una vez curados si acudimos enfermos, seguir el tratamiento para mantenernos en el mejor de los equilibrios posibles, obviamente acompañando los hábitos más saludables de vida como la alimentación saludable, la actividad física y las actividades para nuestro crecimiento mental y espiritual.

 

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